sábado, julio 05, 2003

UN JUEGO SABIO: EL CHATURANGA.

Hace miles años, en la India, se inventó un juego llamado “Chaturanga”, antecesor del ajedrez de nuestros días. Una antigua leyenda india narra la curiosa invención de este famoso juego:

"Un antiguo soberano trataba muy mal tanto a sus soldados y siervos como a su pueblo. Un sabio de la corte, que había sido maestro del soberano, inventó un juego al que llamó “Chaturanga” con el fin de enseñarle al monarca a respetar y a tratar bien a sus súbditos. En este nuevo juego, el rey, a pesar de ser la pieza más importante, no podía hacer nada sin la ayuda de las demás piezas. El rey dependía de las piezas de su ejército, que son las que lo defienden de los ataques del enemigo y, a la vez, atacan al enemigo. Esto era lo que el sabio quería demostrar al monarca: que sin la ayuda de su ejército y de su pueblo, el rey no era nadie, es decir , que no tenía ningún poder.

El sabio llevó el juego ante el monarca y le explicó las reglas. El rey se entusiasmó con el “Chaturanga” y comprendió lo que su antiguo maestro quería decirle. Sorprendido por el ingenio del sabio, el rey prometió que no volvería a maltratar a nadie de su pueblo, y como recompensa al sabio, le dijo que le concedería lo que pidiese.

El sabio, queriendo da una lección al soberano, le pidió como recompensa el trigo que pudiera colocar en el tablero del “Chaturanga”, pero siguiendo la siguiente regla: el soberano debía colocar un grano de trigo en la primera casilla del tablero, dos granos en la segunda, cuatro en la tercera, ocho en la cuarta, ... así hasta llegar a la casilla número 64, última del tablero. Resumiendo, cada casilla, debía de tener el doble de granos que la anterior. La suma total de granos de todas las casillas sería la cantidad de trigo que el sabio se llevaría como recompensa.

El soberano se echó a reír; creía que su maestro pedía una cantidad muy pequeña. Entonces mandó a que le enviasen un saco de trigo, pensando que con eso sería suficiente e incluso le daría de más a aquel que pensaba que era nada más que un pobre diablo. Aún así, calculó el número de granos y se llevó una gran sorpresa:¡¡el resultado era que con todo el trigo de la India no se podía pagar al sabio!!

De esta forma, el sabio volvió a dar una gran lección al rey y éste comprendió que su maestro acababa de demostrar que a veces es arriesgado ofrecer recompensas>>.



Toda una lección, ¿no?

Saludos a tod@s